Libegalismo: la historia de un secuestro semántico

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«Las políticas liberales son las que mayor progreso han traído a la Humanidad» afirmó recientemente el anterior ministro de Justicia y ex-alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, en relación a una frase de Ana Botella, que reivindicó para el PP ese logro, identificando así el liberalismo con los postulados del Partido Popular. 

Gallardón, como tantos otros miembros que rodean al Partido Popular y su entorno mediático, se definen como liberales. Gran parte de la propia izquierda española también define así al PP. Pero el término liberal no significa necesariamente ni lo que predican los unos ni lo que critican los otros. Aquí se plantean dos cuestiones: ¿Cuándo entregó la izquierda española a la derecha el monopolio del uso de un concepto político tan poliédrico y lleno de matices? ¿El PP es realmente un partido liberal?

En la tradición política de cada país occidental rige un concepto distinto de liberalismo. Emil J. Kirchner, en su obra de 1988 Liberal Parties in Western Europe, llega a afirmar: “Es difícil, si no imposible, llegar a una definición del liberalismo de la que se pueda esperar validez en varios de los diferentes países europeos al mismo tiempo”. Las transformaciones semánticas de dicho término llevan incluso a que en Estados Unidos la palabra liberal signifique exactamente lo contrario de conservador. En el país de las barras y las estrellas, liberal es generalmente un término despectivo con el que los Republicanos nombran a los miembros y simpatizantes del Partido Demócrata, el principal partido progresista y de orientación socialdemócrata existente en ese país. Liberal es allí sinónimo de izquierdista. Mientras que en España, el término liberal suele significar precisamente lo contrario: prácticamente es sinónimo de derechista o conservador.

Históricamente el liberalismo nació como oposición al Absolutismo, su objetivo era eliminar la noción de que el poder de los monarcas deriva de una gracia de Dios que se transmite hereditariamente. En 1660, en su obra Dos Tratados sobre el Gobierno Civil (para algunos, la obra fundamental del liberalismo), John Locke escribió: “Lo que comienza y, de hecho, constituye toda sociedad política no es más que el consentimiento de cualquier número de hombres libres capaces de alcanzar una mayoría para unirse e integrarse en una sociedad. Y esto es lo único que hizo o pudo dar inicio a cualquier gobierno legítimo en el mundo”.

En una carta fechada el 15 de noviembre de 1807, Napoleón escribe: “Los pueblos de Alemania, los de Francia, de Italia, de España, desean la igualdad y quieren ideas liberales”. Ésta es una de las primeras veces que se emplea el término liberal en términos políticos. Los avanzados planteamientos que en aquella época planteaba el código napoleónico chocaban frontalmente con las pretensiones de la Reacción en España (la nobleza y la jerarquía católica).

El liberalismo se basa en dos pilares fundamentales: las libertades civiles (de asociación, de prensa, de expresión, de culto, etcétera) y la igualdad de todos los individuos ante la ley. Dicha igualdad ante la ley debe estar garantizada por un Estado de Derecho, que sea acnfesional, en el que impere la división de poderes y la democracia representativa. El liberalismo, contrariamente a lo que defiende la derecha española (y a lo que erróneamente ha asumido la izquierda de este país), nunca ha estado reñido con el concepto de igualdad (tanto la igualdad económica como la igualdad de oportunidades). El liberalismo clásico tampoco ha estado reñido con la idea de comportamientos colectivos ni concebía al individuo como un átomo aislado que únicamente busca su beneficio económico. De hecho el consenso para formar una asamblea es la forma primordial de comportamiento colectivo. Quien se identifique con los pilares antes citados ya debería ser considerado como liberal, sin mayores connotaciones. Cualquier persona de izquierdas estará de acuerdo con estos principios, sin que eso le convierta en neocon, conservador, neoliberal ni reaccionario. El liberalismo (sin connotaciones económicas) es una garantía para la coexistencia de diferentes opciones políticas.

No obstante, para poder entender el secuestro del término liberal por parte de la derecha española nos veremos obligados a realizar un ejercicio de memoria histórica. En la década de los setenta el término neoliberalismo arraiga en la derecha española importado desde Chile, allí es usado por la izquierda para definir las políticas económicas de Estados Unidos que llevan y sustentan al dictador Pinochet en el poder. El presidente Reagan y, en Reino Unido, Margaret Thatcher (la amiga de Pinochet), desmantelan el sector público, desregulan los mercados y aplican esas medidas que forman parte de lo que hoy conocemos como neoliberalismo (las mismas recetas económicas que Montoro aplica ahora a las personas, devaluándolas, en lugar de a la moneda).

Sin embargo el momento decisivo fue el el 12 de marzo del 2000, cuando nació el portal web Libertad Digital que, desde un principio se definió como liberal y el cual era la versión digital de una publicación impresa, La Ilustración Liberal. El grupo era reducido pero contaba con algunos nombres conspicuos: Jiménez Losantos, Javier Rubio, Alberto Recarte, Semprún Maura, López Campillo, Rodríguez Braun, Amando de Miguel, Gabriel Albiac, César Vidal, Enrique de Diego, etc.

Parte del capital inicial para la fundación de LD procedía de Julio Ariza del Grupo Intereconomía y la otra parte había sido aportada por el grupo de Federico Jiménez Losantos y Alberto Recarte. Como también de Think-Tanks neoconservadores norteamericanos tales como el Cato Institute, dirigido por Robert Levy y la Heritage Foundation, entre otros, inicialmente financiados en su mayoría por el multimillonario Charles G. Koch, uno de los principales promotores económico del movimiento Tea Party.

Libertad Digital, La COPE, Intereconomía TV, Red Liberal, El Mundo, La Razón… entre otras. Todo un entramado de webs, plataformas, cadenas mediáticas que forman parte del entorno mediático del Partido Popular. Son los responsables de que en España el término liberal haya pasado a convertirse casi en exclusiva en sinónimo de neoliberal. En general, se trata de un fenómeno casi exclusivamente madrileño. En la práctica, este entorno mediático no pasa de ser un aparato ideológico que difunde informaciones inspiradas en la derecha del PP (o en la extrema-derecha del propio PP), muy influida por los sectores neo-conservadores norteamericanos de los cuales ha procedido parte de su capital inicial.

Una vez enunciados los principios básicos del liberalismo, la cuestión es ¿es liberal el PP?. Este partido defiende la desregulación de los mercados, las privatizaciones y la reducción del sector público. Por tanto el PP es liberal en lo económico. Sin embargo, en lo que respecta principios tales como la igualdad ante la ley, las libertades civiles, la separación de poderes, la aconfesionalidad del Estado y la democracia representativa, el principal partido conservador de España está muy lejos del liberalismo.

Para el Partido Popular no todos los ciudadanos son iguales ante la ley (contraviniendo uno de los pilares del liberalismo). Si por el Gobierno conservador fuera los ciudadanos homosexuales no tendrían derecho a casarse.

En los últimos días ha sido de actualidad la derogada reforma de Gallardón de la Ley del Aborto. De llegar a aprobarse, las mujeres perdían su derecho a decidir si quieren o no dar a luz. Una de las máximas del liberalismo es la de que la libertad de un ciudadano acaba donde empieza la de otro. La decisión de una mujer de interrumpir el embarazo no coarta la libertad de ningún ciudadano. Los dirigentes del PP, autodenominados liberales, siguiendo los dictados de la jerarquía católica, violan la sacrosanta libertad individual de su liberalismo impidiendo abortar a las mujeres que deseen interrumpir su embarazo.

¿Y en cuanto al carácter laico del Estado de Derecho? Veamos sólo un ejemplo de los muchos. Entre 2003 y 2009, Esperanza Aguirre, siendo presidenta de la Comunidad de Madrid, los fondos para la educación privada concertada (en su inmensa mayoría católica) aumentaron un 92% frente al 30% de gasto en educación pública. Para un liberal verdadero, tal como se declara Aguirre hasta la saciedad, de ninguna manera la Administración debería subvencionar con dinero público ninguna forma de proselitismo religioso. También cabría mencionar la presencia de símbolos religiosos en los centros públicos, por cuya permanencia siempre aboga el PP, o de la Ley de Educación de José Ignacio Wert. Cuando el ministro de Educación fue nombrado en el cargo, su perfil en el diario El Mundo contenía esta frase sobre él: “Quien lo conoce, además, señala que es el ministro menos ideologizado: de corte liberal moderado y talante abierto”. Pues este ministro supuestamente liberal ha decidido que la asignatura de religión vuelva a ser evaluable dentro de los programas educativos. No es que los liberales sean derechistas, es que ni Wert ni Aguirre son liberales.

¿Y qué podemos decir de las libertades civiles: de reunión, de manifestación, de expresión? Podemos citar la Ley de Seguridad que prepara el Gobierno, una norma que violará la presunción de inocencia de los ciudadanos y que los privará de la tutela judicial efectiva al ser obligados a hacer frente a sanciones económicas incluso antes de que un juez se haya pronunciado. Los liberales de cualquier país europeo se echarían las manos a la cabeza ante semejante norma.

En cuanto a la separación de poderes, no se puede decir que el PP (ni tampoco el PSOE) abogue por una despolitización de los órganos judiciales. Un Tribunal Constitucional fue paralizado en tanto que no tuvo mayoría conservadora o fiscales de nombramiento político haciendo tareas de abogados defensores de las castas en el poder son prueba de ello.

¿Y qué decir de la democracia representativa? Es obvio que el voto ciudadano ha sido vaciado de valor: los Gobiernos españoles han transferido a la Comisión Europea, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional la dirección de la política económica del país. Por si esto fuera poco, el partido de Rajoy ha violado reiteradamente todas las promesas electorales con las que consiguió la mayoría absoluta, escupiendo sobre el mismo concepto de contrato social que en cada convocatoria electoral reeditan los ciudadanos y sus representantes.

En suma, el PP no es en absoluto un partido liberal. Es justo lo contrario: es un partido conservador, reaccionario, clerical, aunque neoliberal en lo económico. Un partido que nunca consiguió despojarse de ese franquismo sociológico que forma parte de su electorado más tradicional y que hunde sus raíces en la Iglesia y la Nobleza, los dos estamentos que constituían las fuerzas reaccionarias a las que se enfrentó el liberalismo primigenio.

¿Pero por qué motivo estos derechistas han escogido la palabra liberal para encubrir sus posiciones en el fondo profundamente reaccionarias?. La raíz del término liberalismo, entronca con el concepto de “libertad”, una definición que contrasta con el oscuro pasado ideológico en el que algunos de estos autodenominados liberales militaron en otros tiempos. Losantos, era un maoísta en su años mozos. Pío Moa por los tiempos del tardofranquismo era miembro del PCE reconstituido, el brazo político de los GRAPO, grupo armado de inspiración marxista-leninista que entre sus objetivos estaba el de implantar la dictadura del proletariado en España. Así pues, la referencia a lo liberal era una forma de limpiar sus pecados tras haber simpatizado en el pasado con opciones políticas autoritarias. Buena parte de estos ultraderechistas han llegado a comulgar actualmente con estas posiciones no tanto por adhesión a los pensamientos de John Locke, John Stuart Mill, Edmund Burke, Montesquieu y demás, sino más bien como una forma camuflar su oposición a la socialdemocracia representada por el PSOE. El uso torticero de la etiqueta liberal pasa a ser pues en muchos de ellos un reajuste en su anti-izquierdismo, su anti-socialismo, e incluso en su anticomunismo de otros tiempos.

Por tanto, el PP y su entorno mediático ha sido el responsable de este acto de perversión semántica, secuestrando un término que todavía conserva algo de la dignidad democrática y progresista. Este partido se ha apropiado del término liberal, como en un futuro se puede apropiar de las palabras trabajador, libertad y progreso. (ya hay algunos ejemplos de dirigentes del PP reclamándolas para ellos).

En los años de gobierno que lleva el PP no ha llevado a cabo ni una sola medida liberal. Así que cuando juzguemos la desastrosa legislatura del principal partido conservador español, sus políticas basadas en recortes sociales y laborales, por favor, absuelvan al liberalismo de todos los crímenes.

8 comentarios en “Libegalismo: la historia de un secuestro semántico

  1. Un buen artículo en sus puntos esenciales, pero tengo varias discrepancias en determinados aspectos. Empezaré a comentar sobre lo que no me parece que esté de acuerdo:

    1. «Este partido defiende la desregulación de los mercados, las privatizaciones y la reducción del sector público. Por tanto el PP es liberal en lo económico.» Para mí la desregulación de los mercados NO es «liberal» ni mucho menos las privatizaciones masivas ni la «reducción del sector público». Son doctrinas conservadoras, libertarianas, pero ¿liberales? ¡No! Los liberales (de verdad) lo que defendemos más que la «privatización» o el sector privado es que no existan MONOPOLIOS y que exista una sana competencia (regulada) entre actores económicos. Es un grave error contrastar entre «público y privado» en vez de entre competetitivo (sea público o no) y sectores monopolistas. Esto hay que dejarlo bien bien bien claro porque se acabará confundiendo liberalismo con defender el monopolio de MICROSOFT por poner el famoso ejemplo. Con la privatización tal y como se ha llevado a cabo, lo que hay es un monopolio esta vez eso sí, en manos privadas, lo cual es muchisimo peor que un monopolio público en democracia porque no está sujeto a mucho control ni exigencias de transparencias. El estado en este caso simplemente contrata a la empresa que le apetezca, muchas veces amigas del mismo. Terrible sistema. Inaceptable y nada liberal. El propio Hayek (un señor que no creo que nadie discuta sobre su liberalismo, que no era nada libertariano, incluso llegó a decir que no se debe hablar de «la propiedad privada» en su defensa como principio a secas. Hayek hablaba de «propiedades varias». Esa distinción no es semántica. El hecho es que lo importante no es «la propiedad privada» en sí misma sino que ésta suele estar dividida entre propietarios varios que entran en competencia entre ellos. Cuidado con esto.

    2. Dices: «En cuanto a la separación de poderes, no se puede decir que el PP (ni tampoco el PSOE) abogue por una despolitización de los órganos judiciales.»

    Yo no veo nada de malo con politizar los órganos judiciales y pretender que la Justicia no es política es vivir en un sueño. De toda la vida la Justicia ha estado vinculada al ambiente político y eso es algo MUY bueno en democracia porque está en sintonía con el pueblo y no con una minoría de «divinos» y supremos NO elegidos ni que representan a nadie. Lo de la separación de poderes es otra frase vacía – no como la empleas tú pero sí como la emplean los libegales. La «separación» de poderes no vale nada en sí mismo – hay dictaduras muy cerradas que tienen formalmente la separación de poderes. Te digo con absoluta confianza y sinceridad que sería mi deseo ENTERRAR A MONTESQUIEU como dijeron hace unos años en la política española. Mucha gente se olvida que en una sociedad liberal – o sistema realmente liberal clásico y democrático, un juez no puede ser un legislador – de hecho, también ignoran que los que tienen el poder real para juzgar de forma “separada”, al margen del Ejecutivo, es EL JURADO POPULAR. El juez no ha de ser más que un FUNCIONARIO que impone las penas previstas o medidas legalmente establecidas para un condenado por algún delito. Y en ausencia de un jurado popular, el juez simplemente debe ser el órgano vocal del poder legislativo – es decir, lo que le da validez formal a la ley.

    En lo demás, obviamente, estoy absolutísimamente de acuerdo. Sí, el PP de toda la vida tiene raíces fascistoides y ahora la gente se olvida que el PP en sus inicios y sus ancestros los franquistas, SÍ, franquistas y fascistas, eran de los que usaban el término liberal de forma despectiva – «esa es una chica liberal», las que follaban más eran las liberales. Érase una vez en la que ser liberal significaba eso – follar más, ser independiente, decidir por tí misma si abortar o no, cómo vestirte, y, que nadie se olvide esto – que TE RESPETEN EN TU TRABAJO Y EN TU VIDA POR TUS DECISIONES LIBRES, que respeten derechos de los trabajadores también. Pero claro, hoy «liberal» es libegal en España, un Borjamari perdido, católico, anti-aborto, con alguna que otra retórica libertariana (o sea, NO liberal) en lo económico: «bajad los impuestos, propiedad privada, separación de poderes, libertá libertá libertá» empleada de forma vacía, sin sustancia y por decir algo porque si hay algo que podemos decir de los libegales es que son unos ignorantes que se han aprendido tres o cuatro frasecitas. No les saques de ahí que se pierden y te llamarán «rojo». Rojo deben quedar ellos tras una buena quema a los responsables que nos han conducido a este desastre sin precedentes en la democracia moderna española.

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    • «Para mí la desregulación de los mercados NO es «liberal» ni mucho menos las privatizaciones masivas ni la «reducción del sector público». Son doctrinas conservadoras, libertarianas, pero ¿liberales? ¡No! Los liberales (de verdad) lo que defendemos más que la «privatización» o el sector privado es que no existan MONOPOLIOS y que exista una sana competencia (regulada) entre actores económicos».

      Las privatizaciones masivas de servicios públicos y la des-regularización de los mercados son las posturas propias del liberalismo económico, o de lo que comúnmente se conoce como neo-liberalismo… o al menos esto era la doctrina económica básica heredada del liberalismo del siglo XIX. Esto es: que el Estado no interviniera para nada en la economía, que la podía cargar… Obviamente, después del Crack del 29, ese planteamiento queda refutado por los hechos empíricos. No olvidemos que antes de la Gran Depresión, y sobre todo antes de la IIGM, el liberalismo político y el económico iban de la mano.

      Totalmente de acuerdo en el tema de los monopolios. Nada que añadir. Yo estoy a favor de que se decrete una ley anti-monopolio. Como la que se ha aplicado hace tres años en Ecuador.

      «Yo no veo nada de malo con politizar los órganos judiciales y pretender que la Justicia no es política es vivir en un sueño. De toda la vida la Justicia ha estado vinculada al ambiente político y eso es algo MUY bueno en democracia porque está en sintonía con el pueblo y no con una minoría de «divinos» y supremos NO elegidos ni que representan a nadie. Lo de la separación de poderes es otra frase vacía – no como la empleas tú pero sí como la emplean los libegales».

      Sí, la justicia está y ha estado vinculada al ambiente político, pero no sé si realmente en sintonía con el pueblo. Al menos no en España. El poder judicial debería ser un servicio público cuyos recursos fuesen gestionados por una administración pública -llámemosla Ministerio de Justicia-, pero su gobierno debe estar en manos de jueces o juristas completamente ajenos al juego de mayorías parlamentarias. Pienso que el poder judicial tendría que ser gobernado por un órgano autónomo, que garantizase su independencia, conformado por unos vocales no dependientes de ningún partido político o asociativa mayoritaria.

      Un modelo de gobierno de jueces que fuera realmente autónomo no se apresuraría a sancionar a un juez, incurso en un procedimiento penal tan solo por haber decidido ingresar en prisión a un «poderoso», que tuviese grandes contactos con el poder político y económico -el caso de Garzón sería un ejemplo-. Más bien lo contrario. Investigaría las circunstancias de este insólito asunto a fin de facilitarle amparo en el proceso. Un comportamiento de ese tipo se evitarían injerencias y alteraciones en el proceder jurisdiccional de todos los jueces.

      Sólo hay que ver al Tribunal Constitucional, el supremo intérprete de la Constitución, que es el caso más grave. Este órgano está conformado por doce magistrados designados por el Congreso, el Senado, el Gobierno y el Consejo General del Poder Judicial. Por su parte, la Fiscalía General del Estado, su rango más alto, está designado por el Gobierno, a propuesta del Consejo Fiscal, conformado a la vez por diferentes fuerzas representadas por las asociaciones mayoritarias. Con semejante sistema de nombramientos, es fácil entender porqué tanto el Tribunal Constitucional como la Fiscalía General del Estado estén plenamente impregnados de intereses políticos en su funcionamiento. Si hubiera un marco de escrupuloso respeto a la separación de poderes, sería impensable que por ejemplo, en un procedimiento penal el fiscal ayudara a la defensa de un miembro de la Casa Real, Iñaki Urdangarin contra quien pesan numerosos y abrumadores indicios de criminalidad. Precisamente el punto neurálgico de la corrupción política está ubicado en esa politización y en esa falta de independencia de la Justicia. Los altos tribunales de Justicia de este país están controlados totalmente por el poder político.

      Por lo demás, totalmente de acuerdo en lo de los borjamaris.

      Saludos.

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  2. Dices que el liberalismo del siglo XIX era que «el estado no interviniera para nada en la economía». No recuerdo jamás leer a Adam Smith, destacado liberal del XVIII, decir algo semejante. Sí que es verdad que en el siglo XIX surgen lo que hoy conocemos como los «libertarianos» y libegales – el fusionismo entre conservadurismo y liberalismo. Pero repito, esto se va desarrollando en cierta medida con Spencer (que además no ignores que lo mezclaban con darwinismo social, que tampoco es liberal). Todo lo que comentas al respecto se podría resumir en esto: «liberalismo es gobierno limitado y controlado», pero discrepo, Daniel. El liberalismo nunca fue de «limitar el gobierno» sino de conseguir métodos o formas para proteger ciertos derechos (estos por cierto son relativos también y que nadie me venga a decir [no va por ti] que los derechos en su concepto son los mismos cada siglo o década. Pero ni la sacrosanta «separación de poderes» en origen que comentas ni tampoco elegir libremente en listas abiertas (esto no va por ti pero por si acaso para otros) garantiza, obviamente, un gobierno limitado como el que pretenden algunos con su particularísimo liberalismo. Léete al propio Jefferson en su Declaración de independencia y fíjate bien lo que dice que los gobiernos deben proteger – «vida, libertad y la búsqueda de la felicidad» (nótese como JAMÁS usa, JAMÁS, la frase «propiedad privada» como defienden los libegales actuales. Con «vida» obviamente se refería no a un derecho a la vida sino a VIVIR una vez vivo siempre que no haya delito, etc. En este sentido el estado puede ser ilimitado, porque es lógico que cuanto más información, más intervendrán los estados democráticos para poder facilitar esa «búsqueda de la felicidad». Si antes la felicidad se limitaba normalmente a tener una vaca, un trozo de tierra y campo en propiedad, ahora es mucho más amplio el tema. Entonces por favor, por favor libegales, hablemos con propiedad y no me vengáis con historias de limitar el estado porque eso jamás, esa frase, jamás fue pronunciada tal cual por los mejores teóricos del liberalismo. De nuevo, Daniel, no va por ti todo eso sino para otros. Sé que eso lo sabes pero sí he notado cierta confusión en uso de términos.
    Una vez entendido en este sentido positivo, un liberalismo positivo, como siempre fue desde sus inicios no lo ignores por favor, podemos empezar a ver que los derechos humanos, nuestros derechos y los medios por los cuales los tenemos que garantizar no son «limitados» ni se trata ni mucho menos de un «laissez faire». De hecho, los derechos son expansivos por su propia naturaleza. Una sociedad liberal y sus leyes están comprometidas para ampliar la riqueza, la igualdad, social y de condición en algunos casos, oportunidades, salud, incluso cuidado de ancianos y niños, ¡¡desde la infancia!!, ¡desde que están dentro del vientre de la madre que les va a parir!!, movilidad social, ampliación de la educación, ¡¡pública y universal!!, sí, y sanidad PÚBLICA Y UNIVERSAL, para TODO ser humano independientemente de su origen, religión, color de piel, orientación sexual o situación económica. Luego si lees el PREÁMBULO de la propia Constitución liberal americana (aunque es inferior en muchos aspectos por su antiguedad a la española), verás que TAMPOCO se habla de «no intervenir» ni de «propiedad privada» – dice así, lean por favor, ¡lean! no se duerman: «NOSOTROS, EL PUEBLO de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer Justicia, asegurar la tranquilidad interior, proveer para la defensa común, promover el bienestar general y asegurar para nosotros y para nuestra posteridad los beneficios de la Libertad, establecemos y sancionamos esta Constitución para los Estados Unidos de América.» EL PUEBLO, pero ¡¡qué «rojos»» no??! EL PUEBLO DECIDE, EL PUEBLO POSTULA. LOS VECINOS, DECIDEN. Fijate, PROMOVER EL BIENESTAR GENERAL (¿alguien de verdad piensa que el bienestar general se promueve no interviniendo en la economía?) Si alguien piensa eso, es que es un idiota sin remedio.

    Tema justicia y su politización – ok, quizá no en sintonía con el pueblo (aunque fíjate qué curioso, porque los que pretendemos democratizarla AÚN MAS, se nos acusa precisamente de «politizarla» y de que las masas no deben controlar a los jueces). Ese es el elitismo fascista que defienden algunos tecnócratas disfrazados de libegales. No estoy para nada a favor de tu frase «su gobierno debe estar en manos de jueces o juristas completamente ajenos al juego de mayorías parlamentarias. Pienso que el poder judicial tendría que ser gobernado por un órgano autónomo, que garantizase su independencia, conformado por unos vocales no dependientes de ningún partido político o asociativa mayoritaria.» No me gusta nada nada nada esto aunque no dudo de tus excelentes intenciones, pero no es una postura democrática. Me explico: eso lo único que hace es convertir el órgano judicial en un órgano tecnocrático, sirviendo los propios intereses de la clase de los jueces, que siempre van a estar por su naturaleza de profesión vinculados a poderosos intereses ajenos al pueblo bajo este sistema que defiendes.
    En todo caso, el sistema español en esto es muchísimo más democrático y justo si comparamos a lo que ocurre en EEUU – jueces locales que “obedecen” unos intereses puramente locales y electoralistas con el ejemplo de los linchamientos en el pasado siglo o actualmente, la protección de la corrupción local. Sólo lo digo para comparar distintos modelos – creo que el español es mejor de lo que mucha gente piensa. O, imagínate en el caso de los jueces federales de EEUU que tienen ambiciones de llegar al TS – dictan sentencias “progres” o “de derechas” para ganar puntos con los candidatos y el Senado. Por eso en EEUU hay tanta inseguridad jurídica – vivir en el estado de Texas no te da los mismos derechos que si por ejemplo vives en Massachussetts. Pero no hay manera de haceros feliz la verdad — cuando he abogado por eliminar el «Poder Judicial» por completo, muchos se escandalizan.
    Te diré además que soy muy defensor del Tribunal Constitucional como CONCEPTO, que además viene del gran jurista Kelsen – ¿de verdad preferirías por ejemplo (lo dudo pero pregunto) el modelo americano de jueces VITALICIOS elegidos a DEDO por el PRESIDENTE y con aprobación mas que nada simbólica del Senado si el presidente cuenta con la mayoria de su partido?) Fijate lo democrático que es el proceso español — tú mismo lo dices – postula el CONGRESO (elegido por el pueblo), postula el SENADO (que representa en teoría los territorios/regiones), postula el propio gobierno y el CGPJ. La fiscalía está designada por el gobierno, ¡igualito que en muchas otras democracias! ¿Quién les va a nombrar si no el estado? ¿El «Padre» Juan de Mariana? Además sigo insistiendo que la «separación de poderes» es una frase vacía, ni es liberal ni dice nada realmente. ¿separación por qué? ¿Y si son tres poderes tiránicos y elitistas? No señor. Bajo el sistema que propongo, siempre contando obviamente con las masas del pueblo, los tribunales serían órganos del Estado español, estructurados para que tengan una independencia funcional de otros organos pero subordinados a un Congreso del Pueblo y por supuesto, al Consejo de Estado. La Administración de Justicia debe estar vinculada a la acción directa, a la acción política, con el fin de proteger un sistema como el que teníamos – un estado democrático y SOCIAL, que nadie se olvide de ese aspecto. Por lo demás, no tengo previsto discrepancias de tu parte porque los objetivos creo son los mismos o así lo quiero saber. Saludos

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  3. Hola, con el artículo estoy de acuerdo en líneas generales y creo que ilustra bastante bien lo que ha sido la explosión en España del movimiento «libegal» (la famosa «eclosión») que tuvo lugar desde principios de la década pasada. El tema también lo he tratado (reconozco que a veces con mamotretos larguísimos) pero aquí viene explicado todo de forma más sintética y los lectores se pueden hacer una buena idea: básicamente ha sido copiar en España los métodos y organización de toda la galaxia de think tanks, «laboratorios de ideas» y medios de comunicación que desde hace décadas vienen funcionando en EEUU con el fin de crear estados de opinión favorables a políticas que beneficien a intereses macroempresariales muy concretos, oculto eso detrás de una máscara de «defensa de la libertad».

    Para mi, uno de los momentos clave a partir del cual el «liberalismo» empieza a ser identificado con toda esa basura es marzo del 2004, la victoria electoral de ZP. La idea de haber sido «robados» en esas elecciones creo un cierto sentimiento de unidad anti-sociata en toda la derecha española frente al «enemigo común», se podría decir que fue el origen del fusionismo anti-izquierdista que es lo que ha pasado por «liberalismo» en España en estos años. Aparte, en aquella época había tal desierto mediático derechista (aún no estaban las intereconomías ni las 13TVs) que personajes de las ondas como Losantos o César Vidal únicas referencias de la derecha. Encima, personajes que trataban de tapar su extremismo definiéndose como «liberales». El bajo nivel cultural de los oyentes habituales de personajes como estos hizo el resto. El típico derechista cutre no demasiado formado, que ni siquiera conocía la palabra “liberalismo”, escuchó una mañana, en la radio que tenían encendida en la tasca, a Losantos decir “soy liberal” y, seguramente pensó, “¡Ah!, qué bien suena. Yo soy liberal”.

    Al margen de esto, en cuanto a las puntualizaciones de Alfredo, es cierto que, en los orígenes, Adam Smith, por ejemplo, en modo alguno defendía que las empresas fueran algo sacrosanto e intocable solo por el hecho de ser privadas, ni que las fortunas más grandes hubieran de pagar menos impuestos porque «si no, hombre, es que no van a invertir» o que los empleados no hubieran de tener garantizados sueldos dignos.

    Decía Smith, entre otras cosas:

    “No es mala idea que los ricos contribuyan a las arcas públicas para los gastos públicos, no solo en proporción a sus ingresos, sino incluso algo más que eso”.

    “Ninguna sociedad puede florecer y ser feliz si la gran mayoría de sus miembros son pobres y miserables”.

    “El interés de los empresarios en cualquier rama concreta del comercio o de la industria es siempre en algunos aspectos diferente del interés común, y a veces su opuesto […] Cualquier propuesta de una nueva ley o de un reglamento del comercio, que proviene de esta clase de gente, debe ser siempre recibido con la mayor desconfianza, y no adoptarla nunca hasta haberla sometido aun largo y serio examen, al que hace falta dedicar, no digo solamente la más escrupulosa, sino la atención más cuidadosa. Esta propuesta viene de una clase de gente cuyo interés no sabría nunca ser exactamente el mismo que el de la sociedad, ya que tienen, en general, interés en engañar al público, e incluso en oprimirlo y que, además, han hecho ya una y otra cosa en muchas ocasiones”.

    Evidentemente, para asegurar que los más ricos paguen más impuestos, para asegurar que la gente no caiga en la miseria o para evitar que los intereses empresariales privados pasen por encima del bien común, el Estado tiene que ser fuerte. Y a veces no solo fuerte, sino incluso fortísimo.

    Otra cosa es que los «libegales» hayan prostituido las enseñanzas de Smith (no solo eso, que encima tengan la desvergüenza de decir que es un «referente» para ellos) o que aprovechen el desconocimiento general que hay sobre tantas cosas para decir impunemente que ellos defienden el liberalismo clásico.

    Lincoln, otro gran liberal, dijo el 1 de julio de 1854 sobre el papel del gobierno: “El objeto legítimo del gobierno es realizar para una comunidad de personas lo que éstas necesitan que se haga pero no pueden hacer por sí mismas individual y separadamente. En todo aquello que los individuos pueden hacer por sí mismos, el gobierno no debe interferir”.

    Y en 1864 ya pronosticó lo que iba a ser que las corporaciones privadas se impusieran sobre la democracia: “Veo en el futuro cercano una crisis que me inquieta y me hace temblar por la seguridad de mi país. Las corporaciones han sido entronizadas, una era de corrupción en las altas esferas seguirá, y el poder del dinero en el país, se esforzará por prolongar su reinado trabajando sobre los prejuicios de la gente hasta que la riqueza sea apilada en las manos de unos pocos y la República sea destruida”.

    Aparte, cuando Jefferson dice que el gobierno debe garantizar «la felicidad», efectivamente, como dice Alfredo, en aquella época «felicidad» era tener garantizados esos pocos bienes. Hoy «felicidad» pudiera ser tener garantizada una sanidad, una educación y el tener las necesidades vitales cubiertas (como una alimentación equilibrada, sería una de ellas), con independencia de raza, condición u orígenes sociales. Es decir sin que el nacimiento en un grupo social, racial, etc… u otro determine si se tienen o no esos derechos, sino que sean derechos universales. Con lo que un Estado Social no sería en absoluto incompatible con las ideas originales del liberalismo clásico, que esta es la perversión de los «libegales», identificar esto con «socialismo».

    En cuanto al tema de la separación de poderes, tampoco creo que sea una garantía de más democracia, en una dictadura pueden estar también separados y, no obstante, ser poderes tiránicos. El problema real del sistema judicial español y de sus órganos de gobierno no es que esté mal construido ni que haya una falta de reflejo de la voluntad democrática, sino el problema endémico de España, no solo en el ámbito judicial, sino en otros también: el PP-SOE. Realmente es un sistema que fue configurado por una Constitución bastante liberal y moderna, como fue la de 1978, y que prevé que los representantes de la soberanía popular sean quienes nombren a la mayor parte de los miembros de estos órganos. Distinto es que, precisamente, PP y PSOE, los dos partidos mayoritarios (y supuestos representantes de esta voluntad popular), estén usando ese sistema precisamente para desvirtuar la democracia y la ley.

    Pero, por lo demás, muy de acuerdo con el resto.

    Saludos.

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