A vueltas con la familia

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Volvieron a dar la nota. Tras sus críticas a los gays en una incendiaria homilía televisiva de Viernes Santo, y asociando esa orientación sexual con la prostitución mientras al mismo tiempo arremetían contra el aborto, el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, aseguró en el VI Congreso Mundial de Familias que “la ideología de género y las teorías Queer y Ciborg atentan contra la naturaleza de la persona”. Afirmó que las tres corrientes se oponen a los papeles y valores tradicionales asignados a hombres y mujeres. La queer reivindica la dignidad de la homosexualidad y la ciborg destaca que las diferencias por sexo son sobre todo culturales.

El prelado, que cosechó dos grandes ovaciones en este foro conservador organizado en Madrid por entidades anti-aborto y partidarias de la familia tradicional abierta a la procreación, recapituló sobre las “acometidas” que ha sufrido la familia. En él estuvieron varios representantes del PP como el eurodiputado Jaime Mayor Oreja o el presidente de la Asamblea de Madrid, Ignacio Echevarría. En la ovación se habló de una convergencia de “ideología marxista, freudiana y liberal” que emergió en torno al Mayo del 68 francés. Según el obispo, el sexo se desligaba del amor y del matrimonio, y este, de la procreación. A juicio de Pla, hay que hacer frente a ello. Recordó que “el cuerpo no es una simple prótesis del yo”. La sexualidad es “espiritual y corporal”, “una gracia de Jesucristo”, dijo el prelado antes de defender “la virtud de la castidad” y el sacramento del matrimonio, “una institución prevista por el Creador”…

En el encuentro abundaron las críticas al matrimonio entre homosexuales, al aborto, la promiscuidad o la pornografía (favorece el divorcio, por ejemplo). En el panel “autenticidad de la mujer: redescubriendo la vida en el hogar”, todo fueron loas a las que eligen ser madres y amas de casa. Y si hay que optar entre eso y el trabajo, la familia es lo primero. Porque, entre otras cosas “detrás de cualquier gran hombre, siempre hay una madre”,

Empeñados en definir la familia como la institución básica de la sociedad, es evidente que a los conservadores les produce una enorme angustia comprobar no sólo que esta institución cada vez tiene menos relevancia social, sino sobre todo la diversidad de tipos en que se ha descompuesto.

Reducida a un conglomerado de vínculos afectivos, hoy la familia nuclear -modelo doméstico conformado por un padre, una madre y sus hijos biológicos-, ha dejado de constituir la base económica de nuestra sociedad. Que la institución familiar en la actualidad se fundamente ya solo en sentimientos y afectos favorece un enorme despliegue de diversos modelos familiares: uniones de hecho o legalizadas, en las que ambos cónyuges trabajan o solo uno, con o sin hijos, biológicos o adoptivos, monoparentales, una sola persona, por lo general la mujer, con un hijo o varios, o aquellas familias que reúnen hijos tenidos en distintos matrimonios, uniones heterosexuales u homosexuales, además de otras formas muy minoritarias, o todavía no toleradas en nuestro ámbito jurídico-cultural, como poliándricas o polígamas. Incluso hoy se habla de unidades familiares unipersonales, que ya parece el colmo, pero que, al ir en claro aumento, no cabe obviar.

Ya sea por error o ignorancia, estamos dispuestos a creer que todo lo que nos rodea es eterno e inmutable, mientras todo lo demás cambia. Siempre ha sido así y siempre lo será. Esta afirmación es un error profundo. Basta echar un somero repaso histórico para comprobar cómo todo todos los estamentos sociales están en perpetuo cambio, de la misma forma que tampoco hay costumbres, ni organizaciones políticas, ni moral que permanezcan fijas e inmutables.

Así pues, como cualquier institución social, la familia ha estado sujeta a cambios constantes en las diversas épocas de la vida de la humanidad. Ningún modelo es más natural que otros. Y el modelo familiar nuclear no ha sido la excepción.

Hubo un tiempo en que la única forma de familia que se consideraba normal era la llamada familia genésica, esto es, aquella en que el cabeza de familia era la anciana madre, en torno a la cual se agrupaban, en la vida y en el trabajo común, los hijos, nietos y biznietos.

La familia patriarcal fue en otros tiempos considerada también como la única forma posible de familia, presidida por un padre–amo, cuya voluntad era ley para todos los demás miembros de la familia. Este modelo aún persiste como organización familiar en varios países de Oriente. En la antigüedad, la practicaban los romanos, los palestinos y los griegos.

Hay otros pueblos, como los turcos, árabes y persas, entre los cuales la ley autoriza al marido el derecho a poseer varias mujeres. (poligamia). De forma análoga, han existido y todavía se encuentran tribus que toleran la costumbre contraria, es decir, que la mujer tenga varios maridos (poliandria). En otras tribus, la mujer tiene por orgullo haber tenido muchos amantes, y se engalana brazos y piernas con brazaletes que indican el número.

Podemos comprobar pues que a lo largo de la historia han existido numerosos modelos de familias o matrimonios (monoparentales, matrifocales, polígamas, homosexuales, ensamblada, etc). Sin embargo, ha sido en las sociedades occidentales donde se ha impuesto un determinado modelo de familia, mientras que los demás modelos se han continuado originando de forma clandestina o no reconocida.

Es en las sociedades globalizadas, postindustriales, postmodernas donde se diversifican las formas de organización familiar. La dinámica de individualización de la actividad laboral, inherente a las sociedades occidentales modernas, ha facilitado en nuestro tiempo, por un lado, que cada vez un mayor número pueda permitirse renunciar al vínculo familiar, y, por otro, que una gran variedad de modelos familiares haya aumentado hasta el punto de que incluso la institución amenace con desaparecer. Por una variada lista de causas, derivadas en buena parte de los cambios de estructura laboral y social que ha conllevado la sociedad industrializada y urbana, el modelo familiar tradicional ha fracasado o, al menos, está herido de muerte, al no saberse adaptar adecuadamente a los tremendos cambios que han transformado nuestras relaciones personales y grupales. Es un modelo caracterizado por su inestabilidad, que presenta enormes defectos y carencias, y que restringe en gran medida, el mundo en que viven las personas en sus etapas tempranas de formación, para posteriormente, sin una preparación formativa, afectiva y relacional seria y bien estructurada, tratar de «soltar» a los hijos al amplísimo mundo allende las fronteras del hogar familiar y del entorno escolar y del barrio propios.

Este declive de la familia tradicional es fruto, en primer lugar, del proceso de emancipación de la mujer, consecuencia, producto, por un lado, del control de la natalidad, como también el acceso de la mujer al mercado laboral, cada vez en mejores condiciones gracias a los avances conseguidos en educación. Y en segundo lugar del desarrollo socioeconómico propio de las sociedades capitalistas modernas. No deja de ser una paradoja que sean los sectores más derechistas y conservadores –garantes del capitalismo neoliberal- precisamente los que más abogan por la recuperación de la familia tradicional, cuando precisamente esas nuevas familias son consecuencia de la expansión imparable de ese mismo capitalismo.

No obstante, a estas alturas pretender recuperar la familia tradicional es una propuesta irrealizable e ingenua políticamente. Reconstruir, o por lo menos afianzar el modelo familiar nuclear, reponiendo al marido en el antiguo privilegio de ser el sustento económico y único administrador de los bienes familiares, significaría, en consecuencia, prohibir el trabajo de la mujer casada y desmontar el Estado social. Esperemos tal cosa no lo pretendan los que se declaran defensores a ultranza de la familia en proceso de disolución. La cuestión es cómo se resolverá, en un futuro no tan lejano, la reproducción y educación de las nuevas generaciones. En términos muy sencillos podemos decir que el problema de la educación y socialización de los hijos no se halla en la familia sino en la sociedad y que ésta debe ser la que desarrolle una cultura de crianza que conlleve una serie de medidas en las que se impliquen todos los sectores de la sociedad. Se trata, en definitiva, de dotar a niños y adolescentes —según su nivel— de un arsenal de conocimientos y estrategias que les permitan actuar como futuros adultos con plena capacidad de autoconservación y no como neuróticos y serviles clientes de la sociedad industrializada.

PD: Imagen por cortesía de Avatar Press, dibujada por Javier Barreno.

4 comentarios en “A vueltas con la familia

  1. Un debate realmente apasionante, pero necesario, estimado compañero.

    «En términos muy sencillos podemos decir que el problema de la educación y socialización de los hijos no se halla en la familia sino en la sociedad y que ésta debe ser la que desarrolle una cultura de crianza que conlleve una serie de medidas en las que se impliquen todos los sectores de la sociedad. Se trata, en definitiva, de dotar a niños y adolescentes —según su nivel— de un arsenal de conocimientos y estrategias que les permitan actuar como futuros adultos con plena capacidad de autoconservación y no como neuróticos y serviles clientes de la sociedad industrializada.»

    Es que preciamente siempre he pensado (incluso desde antes de lo que ahora es la «disolución» de la familia nuclear tradicional, que realmente la educación de los niños nos corresponde a todos. Como dicen en África, «para criar a un niño, hace falta una aldea».

    No he entendido muy bien lo de «cultura de crianza» – ¿qué tienes en mente?

    Por otra parte, que nadie lo dude – cuando los ultras dicen «vienen a por nuestros hijos» yo les digo, sin cortarme jamás – PUES SÍ. Queremos vuestros hijos, porque vivimos en sociedad y nos concierne a todos. El tema además es que es un concepto de liberación. Muchos niños viven bajo la tiranía de sus padres.

    Saludos

    PD: No digo más porque estoy fundamentalmente de acuerdo en todo.

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    • «Es que precisamente siempre he pensado (incluso desde antes de lo que ahora es la “disolución” de la familia nuclear tradicional, que realmente la educación de los niños nos corresponde a todos. Como dicen en África, “para criar a un niño, hace falta una aldea”.

      Por eso mismo, creo que hay que incidir en ampliar, el que los hijos/as tengan unos buenos contactos y relaciones sociales desde edad temprana que les permitan conocer gradualmente desde su nacimiento lo mas amplia, científica, consciente y críticamente posible el mundo en que viven, en vez de estar constreñidos casi exclusivamente durante muchos años en el estrecho ámbito familiar, el vecinal y el de la escuela donde estudian.

      La desaparición de la familia tradicional, creo que será un proceso gradual, que transcurrirá paralelo al avance del conjunto de la sociedad; esto es, que dentro de la diferente escala de ambos fenómenos o realidades sociales, esta institución se extinguirá de modo más o menos similar a como lo han hecho otros estamentos sociales de la antigüedad, como la nobleza, la propiedad latifundista o el sistema de castas. No es algo que se pueda forzar con medidas arbitrarias en algo tan delicado para los individuos como los sentimientos y necesidades de la vinculación familiar, que tienen, por ejemplo, una clara base biólogica, sociohistórica y genética, mucho más evidente en el caso de los vínculos madre-hijos (por la gestación y la lactancia, sobre todo) que en los vínculos padre-hijos, pero que existen a diferente nivel en ambos casos.

      Pero lo que sí creo que hay que ir erradicando desde ya es el sentido erróneo y perverso de «propiedad» sobre los hijos. Ninguna persona es «propiedad» de otra. Los padres han de ser los tutores legales y principales de los hijos, porque alguien ha de cumplir ese papel. Los padres biológicos son, en principio, los sujetos más idóneos en la actualidad para ello, salvo excepciones puntuales.


      «No he entendido muy bien lo de “cultura de crianza” – ¿qué tienes en mente?»

      Me refiero a que sea la sociedad y sus instituciones las que adquieran un rol capaz de promover y brindar soporte al desarrollo físico, la actividad emocional, el desarrollo social y el desarrollo intelectual de un niño o niña desde su infancia hasta su edad adulta. Esto es, que sea la sociedad aprenda a asumir progresivamente el rol que hoy ejercen los padres.


      «Por otra parte, que nadie lo dude – cuando los ultras dicen “vienen a por nuestros hijos” yo les digo, sin cortarme jamás – PUES SÍ. Queremos vuestros hijos, porque vivimos en sociedad y nos concierne a todos. El tema además es que es un concepto de liberación. Muchos niños viven bajo la tiranía de sus padres».

      Exacto. El monopolio familiar sobre las decisiones educativas que corresponden a la sociedad, no es libertad. Tal vez lo sea para Rouco Varela o Intereconomía que tanto hablan de los «derechos de los padres«. Pero en un contexto actual, en el que incluso la producción doméstica se está socializando es absurdo pretender un reforzamiento de la autoridad familiar en decisiones que actualmente conciernen a los poderes públicos, como es la educación y socialización de los hijos. El monopolio familiar no es libertad, más bien es la dictadura independiente de tu casa.

      Saludos.

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  2. Gracias por la respuesta.

    «Por eso mismo, creo que hay que incidir en ampliar, el que los hijos/as tengan unos buenos contactos y relaciones sociales desde edad temprana que les permitan conocer gradualmente desde su nacimiento lo mas amplia, científica, consciente y críticamente posible el mundo en que viven, en vez de estar constreñidos casi exclusivamente durante muchos años en el estrecho ámbito familiar, el vecinal y el de la escuela donde estudian.»

    SÍ, por eso quizá hace falta crear organismos equiparados para este fin – organizaciones de niños, de masas, etc. También, qué decir, debemos prohibir el «homeschooling» (escuela en casa) ya que va contra el principio de igualdad. En algunos casos, hemos visto por ejemplo como los niños educados en casa obtienen una ventaja competitiva por encima de sus otros compañeros, lo cual viola la igualdad.

    «Pero lo que sí creo que hay que ir erradicando desde ya es el sentido erróneo y perverso de “propiedad” sobre los hijos. Ninguna persona es “propiedad” de otra. Los padres han de ser los tutores legales y principales de los hijos, porque alguien ha de cumplir ese papel. Los padres biológicos son, en principio, los sujetos más idóneos en la actualidad para ello, salvo excepciones puntuales.»

    Absolutamente de acuerdo. Mire también el ejemplo del asesino Adam Lanza en EEUU – el del tiroteo en el colegio de Sandy Hook. Ese individuo fue escolarizado en casa durante una temporada, ¡que nadie lo olvide! Con esto obviamente no quiero decir que todo niño asi vaya a ser un asesino, pero más vale tener más prevención y que esté debidamente socializado. Nuestros colegios públicos deben crear PRODUCTOS, no tomar a los alumnos como clientes, como quieren los libegales que abogan por los concertados y más privatizaciones.

    Es más, voy a decir otra cosa: los padres que educan a sus niños en casa y dicen «yo a mis hijo les educo yo» representan un enemigo interno del país, del estado, y son enemigos de nuestra sociedad, de la humanidad. NO SE PUEDE PERMITIR BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA que se genere eso en este país. ¿Qué pasa, libegales? ¿De verdad creeis que os podeis escapar del control público? Tus hijos ya tienen número de la seguridad social y certificado de nacimiento otorgado por el ESTADO. Son tan nuestros como vuestros. Catetos.

    «Esto es, que sea la sociedad aprenda a asumir progresivamente el rol que hoy ejercen los padres.»

    Ah, ya. Bien. Yo creo que en un principio esto se podría empezar a desarrollar, por ejemplo que los niños se familiaricen con distintos modelos de familia, que pasen temporadas en el campo, con tutores, etc. También con distintos adultos (que no sean padres biológicos para su educación cultural y desprendimiento de la dependencia biológica).

    «Exacto. El monopolio familiar sobre las decisiones educativas que corresponden a la sociedad, no es libertad. Tal vez lo sea para Rouco Varela o Intereconomía que tanto hablan de los “derechos de los padres“. Pero en un contexto actual, en el que incluso la producción doméstica se está socializando es absurdo pretender un reforzamiento de la autoridad familiar en decisiones que actualmente conciernen a los poderes públicos, como es la educación y socialización de los hijos. El monopolio familiar no es libertad, más bien es la dictadura independiente de tu casa.»

    Sí señor y además negar esto, es revelarte como enemigo de la sociedad y la democracia. Eso debe tener alguna consecuencia, digo yo. Advertidos quedan.

    Saludos

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